Padre Victoriano Sánchez Sánchez, oar
1. La espiritualidad cristiana
“La vida cristiana se asemeja a un prado verde...la espiritualidad cristiana es ese agua que da vida al prado” (Segundo Galilea)
El término "espiritualidad" indica el "espíritu" o estilo de vida. Para el cristiano, se trata de la vida "espiritual", es decir, de la vida según el Espíritu (Rom 8,9): "caminar en el Espíritu" (Rom 8,4). Es, pues, una vida que se quiere vivir en toda su realidad humana, con autenticidad y profundidad. La vida espiritual no es, pues, una actitud intimista, subjetivista o alienante, sino un camino o proceso de santidad o de perfección, que se traduce en actitudes de fidelidad, generosidad y compromiso vital de totalidad.
La espiritualidad es el conjunto de caminos y medios propios para vivir según el Espíritu, o sea, para colaborar a la obra de santificación que el Espíritu se propone realizar en nosotros y en el mundo.
La finalidad de cualquier espiritualidad es buscar medios para experimentar a presencia de Dios; experimentar su amor, para poder responder con amor. La espiritualidad es cualquier medio que me hace sensible a la presencia de Dios en mi vida. Toda espiritualidad es un proceso, una necesidad de intimidad e gracia entre Dios y la persona que exige disciplina.
La espiritualidad tiene como tarea despertar nuestro corazón para percibir la presencia amorosa de Dios en nosotros y en nuestro alrededor. El primer momento de la espiritualidad es la vida interior; viajar dentro de nosotros mismos para , en el silencio, encontrarnos con nuestro yo; el segundo momento de espiritualidad pasa por la vida de nuestro entorno y el tercero momento es captar a presencia amorosa y salvadora de Dios dentro y fuera de mi.
Principios de espiritualidad:
Espiritualidad es vivir el momento de gracia. Es reconocer, acoger, disfrutar de la presencia amorosa y salvadora de Dios en nuestra vida.
Espiritualidad no es teoría, es vida. Es una opción de vida que exige disciplina y constancia. Es todo un esfuerzo para buscar a Dios en todo y llegar a una relación de amor mutuo con El, acabando con el divorcio entre la fe y la vida.
Toda espiritualidad comienza por ser; es un acto de fe en Dios que me ama y está apaxionado por mi.; es más tener una experiencia de Dios, que simplemente pensar en El. Es un proceso de conocer y experimentar a Dios como el se revela en su palabra, en la liturgia y en la vida; dejar que El, que me ama, sea Dios en mi vida, esté conmigo.
La espiritualidad exige la pobreza espiritual por la cual dejamos espacio a Dios en nuestra vida para sea lo que realmente es.
La espiritualidad combina lo “viejo” con lo “nuevo”. Ninguna espiritualidad es absoluta pues son medios para experimenta a Dios en nuestra vida, a través de un proceso individual y comunitario.
La espiritualidad debe ir acompañada por la ascesis cristiana que nos ayuda a ver a Dios en todo, especialmente en las cosas del día a día. La ascesis significa abandonar algo o alguien para poder dejar un espacio a Dios en nuestra vida y así colocar nuestra casa en orden.
La "espiritualidad" o el "espíritu" de la vida cristiana tiene, pues, desde su fuente, una dimensión trinitaria y, por tanto, teológica, salvífica, cristológica, pneumatológica. Pero es también un caminar de hermanos que forman una sola familia o comunidad "convocada" (dimensión eclesial), comprometida en las situaciones humanas concretas (dimensión antropológica, social e histórica). Es una vida espiritual que se alimenta de la meditación de la palabra de Dios y de la celebración del misterio pascual (dimensión contemplativa y litúrgica). Es vida que debe anunciarse y comunicarse a todos los pueblos (dimensión misionera), hasta que un día será realidad plena en el más allá (dimensión escatológica).
2. La espiritualidad misionera.
La espiritualidad misionera hace descubrir y vivir la prioridad y la iniciativa de Dios en el don de la misión. Como estilo de vida del misionero, la espiritualidad ayuda a profundizar en los temas teológicos sobre la misión (teología misionera) y es la mejor garantía para acertar en la pastoral misionera.
La espiritualidad misionera indica el «espíritu» con que se vive la misión, o también una vida según el Espíritu Santo que es la fuerza de la misión. «La actividad misionera exige, ante todo, espiritualidad específica», que se delinea como «plena docilidad al Espíritu» (RM 87) y «comunión íntima con Cristo» (RM 88).
La espiritualidad misionera nace del encuentro con Jesucristo: “La Iglesia en América debe hablar cada vez más de Jesucristo” (EAm 63), renovándose cada día en el Espíritu de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-8), que la fortalece en el camino de la misión (AG 2), y la realiza desde la pequeñez, la pobreza y el martirio (cf. Puebla 368). Esa espiritualidad encarnada permite discernir el paso de Dios en la historia, en la vida de cada comunidad y de cada pueblo, donde la Iglesia hace memoria viva de la Encarnación del Verbo e interpreta los signos de los tiempos. Toda espiritualidad tiene su fuente en la experiencia íntima con Jesús Cristo y la consecuente dedicación radical al Reino de Dios. La misión significa un generoso e denodado esfuerzo por colaborar con Dios en la realización de su proyecto de salvación de la Humanidad y del mundo.
“La misión es un camino de despojamiento y pobreza, de itinerancia y búsqueda, de proclamación de la esperanza e denuncia de toda injusticia, de escucha y testimonio, en definitiva, es una radical entrega de la propia vida al proyecto de Dios. (Dom Erwin Krautler, Obispo de Xingu, Brasil)
Hoy la «espiritualidad misionera» ya tiene carta de ciudadanía, respecto a la terminología (cf. AG 29; RM 87) y a los contenidos. Éstos han quedado resumidos especialmente en AG 23-25, EN 75-82 y RM 87-92: fidelidad al Espíritu Santo, intimidad con Cristo (o experiencia de Cristo), vocación misionera, virtudes del misionero, oración y contemplación, fidelidad y amor de Iglesia, la figura materna de María.
La espiritualidad misionera es ante todo el estilo de vida que corresponde al mandato misionero de anunciar el evangelio a todos los pueblos de la tierra. Es la docilidad del misionero al dinamismo del Espíritu en su vida, que lo impulsa siempre a vivir en la itinerancia impetuosa de proclamar la Buena Noticia de Jesucristo a toda criatura humana; «la Iglesia tiene un inmenso patrimonio espiritual para ofrecer a la humanidad: en Cristo, que se proclama "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6).
La espiritualidad misionera ayudará a adoptar una actitud equilibrada, para descubrir los valores auténticos de toda cultura (como valores universales y preparación evangélica), purificarlos cuando sea necesario, abrirlos a la plenitud en Cristo y compartir con todos los pueblos y culturas esos dones y gracias recibidas del mismo Dios (cf. FR 71-72).
3. Dimensiones de la espiritualidad misionera
La espiritualidad es la base de nuestra comunión con Jesus y con las demás apersonas; es la fuente y motor de nuestro servicio misionero. Esta espiritualidad misionera tiene su fuente y su término en la Trinidad ( dimensión Trinitaria), se vive en la comunidad eclesial( dimensión eclesial) y encarna la Caridad pastoral en el servicio al hombre en la historia y en el mundo( dimensión antropológica)
3.1. Dimensión Trinitaria - espiritualidad de comunión con Dios: con el Padre, por Cristo, en el Espíritu.
Es vida en Dios ( Rm 6,11). Dios es el origen, método y fin de la evangelización y el cristiano debe estar abierto a contemplar el proyecto salvador y la bondad de Dios.
Es vida em Cristo ( Gal 2,20). «El misionero es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir, como los Apóstoles: "Lo que contemplamos... acerca de la Palabra de vida..., os lo anunciamos" (1Jn 1,1-3)» (RM 91). Por esto, «nota esencial de la espiritualidad misionera es la comunión íntima con Cristo» (RM 88); puesto que él es el punto de referencia para «comprender y vivir la misión» (RM 88) una espiritualidad misionera que se nutre del encuentro con Jesucristo vivo, camino de comunión, conversión y solidaridad, capaz de suscitar vocaciones misioneras ad gentes. Todo ha de estar centrado en El, como la rama está en el tronco y recibe allí la vida; todo depende de Jesús y ha de estar en función de El; permaneciendo en su amor, viviendo con El, (cf.Jn 15). El es la fuente de vida, el motor, el camino, de El depende que se consiga vivir, creer y dar fruto:”sin mi nada podéis hacer, permaneced en mi amor” (Jn 15,10).
En la profundización de esta convivencia amorosa con Cristo nos ayuda de manera especial la Eucaristía, la escucha de la Palabra y la oración personal y comunitaria. Ser “discípulo” y “testigo”, escuchando la Palabra y poniéndola en práctica. En definitiva, asemejarnos a Jesús en mentalidad, criterios, maneras de sentir y actuar, en actitudes y acciones.
Es vida nueva en el Espíritu, que con el Padre y el Hijo, habita en el corazón del hombre ( cf. Jn 14,17-23). El Espíritu Santo es el protagonista de la misión en la Iglesia, y la enriquece con la diversidad de dones, carismas y ministerios. El Espíritu nos ayuda de muchas maneras, pero especialmente con los dones de fortaleza y discernimiento. La obra del Espíritu Santo es la de ir plasmando, forjando, en nosotros la imagen de Jesús para que la podamos transparentar.
Si la espiritualidad misionera es una fidelidad al Espíritu Santo en el campo de la misión, los campos actuales del diálogo interreligioso, de la inculturación y de la nueva evangelización, constituyen un nuevo modo de «escuchar la voz del Espíritu» (Apoc 2,7). «Hoy la Iglesia debe afrontar otros desafíos, proyectándose hacia nuevas fronteras, tanto en la primera misión ad gentes, como en la nueva evangelización de pueblos que han recibido ya el anuncio de Cristo. Hoy se pide a todos los cristianos, a las Iglesia particulares y a la Iglesia universal la misma valentía que movió a los misioneros del pasado y la misma disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu» (RM 30).
3.2 Dimensión eclesial
Jesús nos llama y nos ayuda a “unirnos a El”, a vivir una creciente comunión misionera. (cf. RM 89). Estamos llamados a amar la Iglesia como la ama Jesús. Amar la Iglesia, amar en la Iglesia y amar desde la Iglesia; “sólo un amor profundo por la Iglesia puede sostener el celo misionero...Para todo misionero y toda comunidad la fidelidad a Cristo no puede separarse de la fidelidad a la Iglesia”( RM 89). Esta comunión fraterna hay que vivirla en comunidades eclesiales vivas, dinámicas y misioneras. Las comunidades cristianas, desde el principio, entendieron que habían sido enviadas a Evangelizar a todas las gentes y comunicar la fe en Jesús Cristo.
Una expresión del amor eclesial es hacerse “hermano universal”; al estilo de Jesús, amar y servir sin fronteras para todos y en todo.
3.3 Dimensión antropológica
Vivir la caridad apostólica al servicio del hombre (cf. RM 89). Vivir una espiritualidad misionera exige anonadarse con Jesús y como El, asumir esos sentimientos, su manera de actuar, su estilo de vida. Ir con Cristo, en su nombre y con su poder y acoger las personas con ternura, atención, compasión y dedicación.
El misionero debe ser el hombre de la caridad, la persona que más ama con el amor de Dios; es signo e instrumento del amor de Dios dando la vida por los hermanos.
Algunos rasgos característicos de una Espiritualidad Misionera:
1. Protagonismo del Espíritu Santo.
“El Espíritu Santo es el agente principal de la Evangelización (EN 75). La docilidad al Espíritu ( RM,8).Toda la Historia de la Salvación está marcada por la presencia criadora del Espírito Santo, conductor y protagonista de la misión
2
. Amor a Dios sin condición.
Ser instrumentos dóciles e las manos de Dios. “Misión es partir ,caminar, dejar todo, salir de si, quebrar la costra del egoísmo que nos encierra en nosotros mismos. Es parar de dar vueltas alrededor de nosotros mismos como si fuésemos el centro del mundo y de la vida”. (Dom Hélder Cámara). “El mundo exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente”. (EN 76)
“el misionero ha de ser un contemplativo en la acción... es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir como los apóstoles: `lo que contemplamos...acerca de la palabra de vida..., os lo anunciamos (1 Jn 1,1-3)”. (RM 91)
3. Seguimiento radical de Cristo.
La prioridad fundamental del encuentro personal con Jesús: base del discipulado y de la misión. Se trata del “encuentro con Jesucristo vivo. Jesús, por el Espíritu Santo, en su escuela de amor, nos enseña y ayuda progresivamente a: vivir con El, vivir como El- asumir su estilo de vida-, unirnos a el, ir con El, dar la vida con el y como El- el ideal y la meta es la de ayudar a Jesús para que su Reino crezca en nosotros y en el mundo. Ser misionero implica dar los pasos que el Señor quiera, en la dirección que quiera, con las personas que el quiera, hasta donde El quiera, para lo que el quiera.
“ Al misionero se le pide renunciar a sí mismo y a todo lo que tuvo hasta entonces y a hacerse todo para todos: en la pobreza que lo deja libre para el Evangelio; en el desapego de personas y bienes del propio ambiente, para hacerse así hermano de aquellos a quienes es enviado y llevarles a Cristo Salvador. (cf. 1Cor 9,22-23)” (RM 88).
4. Enamorados del Reino.
Lo que sustenta a los misioneros es un grande amor a Jesús Cristo y una grande pasión por su Reino. Amar a Cristo comporta amar y comprometernos con su Iglesia. “Es un hombre abierto a la realidad que le toca vivir acomodándose a todos los tiempos y a todos los hombres, dispuestos a recibir y a dar, escuchar, preguntar y compartir; dejarse evangelizar; aceptar sus limitaciones, buscar a Dios en todo y en todos”. (Estatutos OAR nº 14).
El reinocentrismo. Según algunos teólogos, el Reino de Dios es el centro absoluto de la predicación de Jesús. Afirma, José Maria Vigil, que “ el Jesús histórico es ante todo el profeta del Reino, una vida y un mensaje absolutamente centrado en el Reino”. Para estos teólogos es el cambio más profundo que se ha dado en el cristianismo en los últimos tiempos, llegando a afirmar que “ la teología y la espiritualidad latinoamericanas- también la espiritualidad misionera- son esencial e indudablemente reinocéntricas”. La Iglesia está al servicio del Reino y tiene que gastar su vida en la construcción del Reino.
5. Enviados a comunicar a Buena Nueva.
La espiritualidad misionera consiste especialmente en la vivencia, la fidelidad, la generosidad, la disponibilidad que corresponde al apóstol o evangelizador. Cabe todavía distinguir entre el apóstol en general y el apóstol que es enviado a realizar la primera evangelización ("implantar la Iglesia", misión "ad gentes"). A este último se le acostumbra a llamar "misionero".
La palabra de Dios debe inspirar e iluminar os pasos del misionero; palabra que fortalece y sustenta.
6. Fraternidad cimentada en la vida en común.
“ y (el misionero) debe mantener el espíritu comunitario y de pertenencia a la Orden y comunidad que le envió”.( Estatutos OAR nº14);
“ Los misioneros tengan en gran estima y observen la vida común, formando una familia congregada en el nombre del Señor, de acuerdo con el carisma de la Orden”.( Estatutos OAR nº 15).
7. Interioridad .
Cultivarla a ejemplo de Jesús. La tarea misionera es la invitación a que todos los pueblos de la tierra, desde las riquezas de los dones que el Espíritu ha sembrado en ellos, puedan conocer, amar, servir y alabar a Dios, en Cristo, cuya experiencia por excelencia la vivimos y contemplación en el sacramento de la Eucaristía, “fuente y cumbre de toda vida cristiana” (Lumen Gentium, n. 11). La vida espiritual del apóstol consiste en la unión con el Señor; por esto, "la fecundidad del apostolado depende de la unión vital con Cristo" (AA 4). Esta espiritualidad se concreta en "actitudes interiores" (Evangelii Nuntiandi 74), que se convierten en estilo de vida evangélica ante las situaciones misioneras.
El Concilio Vaticano II señala unas líneas y virtudes concretas: respuesta generosa a la llamada, dedicación o vinculación a la obra evangelizadora, fortaleza ante las dificultades de la primera evangelización, confianza y audacia en el anuncio del Evangelio, vida realmente evangélica, testimonio hasta el "martirio", gozo en la tribulación, obediencia eclesial, renovación constante... (cf. Ad Gentes 24-25). Cristo que envía, sigue siendo “ el principio e centro permanente de la misión” ( RM,11).
8. Solidariedad e testimonio de vida,
Expresada en la sencillez de nuestra vida, en el espíritu de oración, en la caridad para con todos, especialmente para con los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de sí mismo y renuncia (Cf. EN 76) y sobre todo en la celebración, adoración y contemplación de la Eucaristía, apoyo indispensable de nuestra vida y acción misionera.
“La obra de la evangelización supone, en el evangelizador, un amor fraternal siempre creciente hacia aquellos a los que evangeliza” (EN 79); signos de este amor son el respeto, el cuidado de no herir a nadie y la transmisión de certezas sólidas basadas en la Palabra de Dios.
Dentro de este espíritu solidario está la “opción preferencial por los pobres”. Las misiones no son neutras
9. Audacia y espíritu de universalidad.
Inserción en el pueblo que se quiere evangelizar. Escuchar la voz del pueblo. Querer aprender con el pueblo. El amor a los pueblos, vivido en diálogo nacido de la contemplación de la obra del Espíritu en el corazón, no sólo de la Iglesia, sino en los diversos pueblos del mundo, sus culturas y religiones. Un diálogo que supone una actitud de escucha, respeto y un pedido de perdón; “ proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesús Cristo, con plena claridad y absoluto respeto hacia las opciones libres” (EN 80).
La inculturación ha sido uno de los caminos más eficaces en el anuncio del Evangelio, facilitando el despertar misionero, que experimenta el Continente americano. Se constata el esfuerzo de las iglesias locales por inculturar el Evangelio, uniendo la fe y la vida, apoyando el rescate de la identidad cultural y el protagonismo de nuestros pueblos.
10. Entrega impregnada del amor a María,
Que permaneció fiel e intensamente agradecida a la acción de Dios en su vida. La espiritualidad misionera demuestra un amor filial a María y promueve una continua imitación de su caridad y de su amor materno, que comunica vida dando a Jesús.
Algunas Conclusiones
“Como la santidad es presupuesto fundamental y una condición insustituible para realizar la misión salvífica de la Iglesia, el misionero agustino recoleto debe dejarse guiar por el Espíritu, encarnar el misterio de Cristo y amar a la Iglesia y a los hombres”. ( Estatutos OAR, nº13)
La santidadad es un presupuesto fundamental y una condición insustituible para realizar la misión salvífica de la Iglesia. La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión.
“ Es necesario que nuestro celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida y que, como nos sugiere el Concilio Vaticano II, la predicación, alimentada con la oración y sobre todo con el amor a la Eucaristía, redunde en mayor santidad del predicador” (EN 76)
«Nunca como hoy la Iglesia ha tenido la oportunidad de hacer llegar el Evangelio, con el testimonio y la palabra, a todos los hombres y a todos los pueblos. Veo amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser un día radiante y rica en frutos, si todos los cristianos y, en particular, los misioneros y las jóvenes Iglesias responden con generosidad y santidad a las solicitudes y deseos de nuestro tiempo» (RM 92).
La misión sólo se puede vivir "injertados" vivencialmente en el misterio pascual de Cristo, muerto y resucitado (Rom 6,5). El Concilio Vaticano II describe así la fisonomía espiritual del misionero: "Lleno de fe viva y de esperanza firme, sea el misionero hombre de oración; inflámese en espíritu de fortaleza, de amor y de templanza; aprenda a contentarse con lo que tiene; lleve en sí mismo con espíritu de sacrificio la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús obre en aquellos a los que es enviado; llevado del celo por las almas, gástelo todo y sacrifíquese a sí mismo por ellas, de forma que crezca en amor de Dios y del prójimo con el cumplimiento diario de su ministerio. Obedeciendo así con Cristo a la voluntad del Padre, continuará la misión de Jesús bajo la autoridad jerárquica de la Iglesia y cooperará al misterio de la salvación" (Ad Gentes 25).
Bibliografía
Conclusiones del CAM2-COMLA7. IV Encuentro Centroamericano de Misiones, San José, Costa Rica, 2004.
Esquerda Bifet, Juan. Espiritualidad Misionera; Nueva Evangelización y espiritualidad misionera en el inicio del Tercer Milenio.
Estatuto de misiones Agustino-Recoleto, Roma 2004. Boletín de Santo Tomás de Villanueva.
Juan Pablo II, Redemptoris Missio nn. 87-91.
Nahualanca, Luis Alberto OFM. Elementos fundamentales de una espiritualidad misionera.
Paleari, Giorgio. Espiritualidade e missão. Paulinas, São Paulo 2001.
Paulo VI, Evangelii Nunciandi nn. 74-89.
Pontificium opus a Sancta Infantia. Nuestra espiritualidad misionera.
Possidônio, Raimundo (org.). Amazônia. Desafios e perspectivas para a Missão, Paulinas, São Paulo, 2005.
Vaticano II, Decreto Ad Gentes nn. 24-25.
Vigil, José Maria. Rasgos de la espiritualidad misionera desde América Latina.
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