miércoles, 9 de noviembre de 2022

COP27: Egipto e Indonesia cambian de capital

 


El calentamiento global empeora las condiciones de vida en las ciudades de más de 10 millones de habitantes, que han pasado en siete décadas de 2 a 33, y serán 47 en 2050.

En 1950 tan solo había dos megaurbes —gigantescas ciudades con más de 10 millones de habitantes— en todo el mundo, Tokio y Nueva York; hoy ya son 33 —muchas de las cuales no sonarán al lector— y en tres décadas rozarán las 50. El cambio climático, con el aumento de las temperaturas y los fenómenos extremos que conlleva, empeora las condiciones de vida de sus habitantes hasta el punto de hacerlas cada vez más invivibles. De hecho, países como Indonesia o Egipto están ya construyendo nuevas capitales desde cero para llevar su Gobierno y sus funcionarios a otros emplazamientos más habitables.

La mayoría de estas megaciudades están situadas en África, Oriente Próximo y sur de Asia, precisamente las zonas más afectadas por el calentamiento global. “Las urbes más insostenibles son Kinshasa, Nairobi, Lagos, Dacca, Bagdad, Lahore, Calcuta y Nueva Delhi, que además incrementarán su población un 50% hasta 2050″, explica el informe Amenazas ecológicas del Instituto para la Economía y la Paz, que analiza diferentes variables como el acceso al agua potable, los desastres naturales, el crecimiento de la población o la inseguridad alimentaria.

“Esto, combinado con altos niveles de contaminación ambiental, malas condiciones de saneamiento, climas extremos, altas tasas de homicidios y amenazas ambientales, convertirá a esas urbes en inhabitables”, prosigue el documento, que estima que las que tendrán mayor crecimiento serán las del África subsahariana: Dar es Salaam (Tanzania) y Nairobi doblarán su población en 30 años, mientras Kinshasa, Lagos y Jartum crecerán un 80% en ese periodo. Entre esos monstruos urbanos hay lugares poco conocidos en Occidente como Chennai, Ahmedabad y Hiderabat (India), o Tianjin y Chongqing (China).


Julia López Ventura es directora para Europa de C40 Cities, el grupo de liderazgo climático de las mayores ciudades del mundo: “El cambio climático afecta más a las megaurbes que a las ciudades más pequeñas. Por ejemplo, en lo relativo a las altas temperaturas, porque en los entornos altamente construidos y con menos zonas verdes se crea el efecto isla de calor, que implica que la captación de calor es más alta. Eso significa que en una ola de calor los centros de las grandes ciudades pueden tener temperaturas de tres a cinco grados más altas que los exteriores, con todos los problemas que ello conlleva para la población más vulnerable”.

Es uno de los problemas que padece El Cairo (21,8 millones de habitantes), una de las grandes ciudades del mundo con las temperaturas más altas y un mayor estrés hídrico. Figura entre las más contaminadas ya sea por la calidad del aire o en términos acústicos y lumínicos. Unas horas bastan para notar cómo la polución se filtra por las fosas nasales, sentir picor en los ojos o sufrir alteraciones del sueño, una presión que se agudiza en las vastas zonas informales que constituyen la mayoría de la capital.

Las principales batallas actuales del Gobierno egipcio para hacer frente a esta situación se centran en la reducción de emisiones, la mejora del transporte público y la gestión de residuos. Hay avances, pero lentos y no incluyen elementos clave como el entorno edificado. “Deberíamos haber empezado hace 20 años. Especialmente en El Cairo, una de las ciudades más densas del norte de África y de Oriente Próximo y la que más emisiones de carbono per cápita genera. Hay muchos problemas vinculados al cambio climático. Y esto no hará más que empeorar”, alerta Marwa Dabaieh, profesora de arquitectura sostenible en la Universidad de Malmö.

Las autoridades egipcias admiten haber tirado la toalla, y en el último lustro han acelerado la construcción de nuevas ciudades para aliviar la presión, que venden como proyectos verdes y sostenibles. Estudios independientes insisten en que estas nuevas ciudades generan una importante huella ecológica. Un caso paradigmático es el de la nueva capital que Egipto está construyendo al este de El Cairo, que se presenta como un tranquilo oasis en mitad del desierto al que, de inicio, irán el Gobierno, los funcionarios y una pequeña élite. “La nueva capital es un ejemplo obvio: no se presta atención al impacto ambiental. Pese a toda la cantidad de hormigón que se vierte, los edificios están mal adaptados al clima con torres de cristal en medio del desierto, que requieren mucha refrigeración y calefacción, y muchas zonas verdes cuando no tenemos agua ni para beber”, lamenta Dabaieh. Lo que ocurrirá con los habitantes que se queden atrás es en gran medida una incógnita.

Bernhard Barth, experto en cambio climático y ciudades de ONU Habitat, añade otros problemas de estas grandes urbes: “A menudo, el tamaño y la forma de nuestras ciudades las hace particularmente vulnerables al cambio climático, tanto por el calor como por la calidad del aire. Sin embargo, hay que decir que el efecto isla de calor tiene también mucho que ver con la forma en que se construyen nuestras ciudades, los materiales que se utilizan, la falta de espacios verdes, la falta de lagos, ríos y arroyos que ayuden a circular el agua... Además, las grandes urbes también son muy propensas a las inundaciones”.

Precisamente las continuas crecidas del agua, incrementadas por el cambio climático, son el problema fundamental de la congestionada Yakarta, una megaciudad de 11,1 millones de habitantes (aunque el área metropolitana triplica esa cifra) que se hunde a una velocidad media de 10 centímetros anuales. Alrededor del 40% de la ciudad se encuentra ya por debajo del nivel del mar y los expertos alertan de que podría estar completamente sumergida para el año 2050.

Además, la capital indonesia no canaliza suficiente agua potable y más de la mitad de la población depende de pozos que captan recursos hídricos de acuíferos poco profundos. Esta situación, sumada a la construcción desenfrenada, limita aún más los espacios abiertos para la absorción y precipita el hundimiento del terreno, lo que supone un grave problema ante las cada vez más frecuentes inundaciones por al aumento de las tormentas monzónicas.

Con este panorama, el Parlamento indonesio aprobó en enero el traslado de la capital a la isla de Borneo. Nusantara, como se llamará la nueva urbe capitalina cuya inauguración está prevista para el verano de 2024, ha sido concebida como un territorio bajo en emisiones de carbono, que aspira a convertirse en una ciudad inteligente rodeada de bosque. Aunque las autoridades aseguran que Nusantara “será el punto de partida para una Indonesia basada en la economía ecológica”, el proyecto también cuenta con detractores. El traslado de la capital podría poner en peligro la selva tropical de Borneo, hábitat natural de orangutanes, tigres y elefantes, y ya ampliamente deforestada, y podría obligar a desplazarse a las comunidades indígenas de la isla si se talan grandes extensiones de bosque.

Bernhard Barth, de ONU Habitat, cree que el calentamiento global lleva a estas tesituras: “Hay buenas razones para decir que algunas áreas son inseguras para vivir, bien por el calor extremo, por la subida del nivel del mar, o por los niveles de hundimiento del terreno, pero en la mayoría de los casos, el impacto ambiental de la construcción de una nueva ciudad es demasiado elevado en términos de uso de la tierra o de empleo de materiales de construcción”. En su opinión, readaptar las ciudades actuales es una estrategia más barata y más positiva, además de más sostenible ambientalmente. Así, apuesta por reconvertir áreas industriales en desuso en zonas de negocios o residenciales, y planificar nuevas zonas verdes en terrenos sin uso.

Julia López Ventura apunta que el 70% de las ciudades aglutinadas en C40 Cities (entre las que se incluyen varias megaurbes) están sufriendo desde hace tiempo los efectos del cambio climático, “por eso es importante que empiecen a trabajar ya en sus riesgos y vulnerabilidades, que van a aumentar en los próximos años”. En este sentido, señala que, si no se reducen las emisiones de efecto invernadero, “el aumento del nivel del mar puede afectar a 800 millones de personas en 570 ciudades” de más de tres millones de habitantes.
Fuente: Diario El País 2022-11-06.

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