Por Coronel FAP (r) y meteorólogo de Organización Meteorológica Mundial (OMM) Dr. Julio Villafuerte Osambela– Diario Correo.
Estamos acostumbrados a escuchar diversidad de términos sobre nuestra estación de lluvias desde hace años (“Niño Modoki”, “Andino”, “Costero”, “Godzila”, “Canónico”, etc).
Lo lamentable es que muchos de ellos son propuestos sin reconocimiento científico internacional, así traten de forzarlos.
Desde los noventa, comenzaron a enquistarse en nuestra realidad estos diferentes “niños” y “niñas”. Muchos de sus inventores también proponían soluciones de prevención que nunca resultaron, con lo que generaron grandes gastos de dinero en estudios y asesorías, sin lograr los objetivos de mitigar y de adaptarnos a los efectos de las lluvias como los países vecinos.
Qué casualidad que la gran variedad de términos acuñados al fenómeno El Niño nacieron en los años noventa después del real Niño del 1997-1998, tiempo en el que nace también el comportamiento político de algunos consistente en cobrarle al Estado por asesorías y estudios poco útiles. Son los que posteriormente se identificaron como “caviares”. Son los que generaron y generan permanente preocupación de la población para luego ellos ser los “salvadores”. Son los que cada año crean el “Niño caviar”, que tienen poco sustento en la realidad científica.
Este año el “Niño caviar” viene más “fuerte” aún, porque a pesar que no vamos a tener un evento tan poderoso como el del 97, ya está generando un escenario favorable para sus creadores, valiéndose de la precariedad del nuevo gobierno y del poco tiempo de respuesta que va a existir de julio a diciembre, lo que sin duda generará las típicas y famosas declaraciones de emergencias que solo apagarán el incendio, pero con costos superiores para que al siguiente año repitamos el plato.
Ya se estudió y asesoró mucho. Con vigilancia 24/7, trabajo conjunto y conocimiento nacional, el “Niño caviar” creado por los consultores poco profesionales, debería dejar de existir.
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